13 octubre, 2008

Trago: Kinoto Rocks

Trago: Kinoto Rocks

Paseando por el Puerto de frutos en Tigre me antojé con unos kinotos, hacía mucho tiempo que no comía y siempre tengo el recuerdo del sabor tan especial de los kinotos del árbol de la casa de mi abuela paterna. Bueno, me los compré y volví por la autopista comiéndolos, pero la verdad que éstos no estaban tan ricos, así que al llegar a casa algo tenía que hacer con tanto kinoto, así que se me ocurrió el siguiente trago:

6 Kinotos, enteros con cáscara
6 cubitos de hielo
6 cucharadas de té, al ras, de azucar
½ vaso de agua
2 medidas de Rhon...


...bastante bien para un abstemio ¿no?

24 junio, 2008

Cavilaciones...

Hace ya casi un año que recibí un email con este texto como presente, tal fue la palabra con que hacía mención al breve texto (sospecho que es un fragmento del libro Las pequeñas virtudes) de Natalia Ginzburg la persona que lo enviaba. Pensé largo y tendido sobre lo que la autora dice en pocas líneas. Pensé y repensé el texto en muchas oportunidades, en silencio y soledad, y otras en pleno bullicio, entre incontables personas y para mis adentros, sonriendo a veces por compromiso y para no distraerme y perder el hilo de mis pensamientos. Sigo pensando en las palabras de Natalia Ginzburg y en lo que significan, sobre todo, para mí hoy. Yo también lo comparto:


Las pequeñas virtudes.

Por lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo del éxito, sino el deseo de ser y de saber.

…Terminamos por pedirles todo aquello que sólo puede darnos nuestra propia vocación, queremos que sean en todo obra nuestra, como si, por haberlos procreado una vez, pudiéramos seguir procreándolos a lo largo de toda la vida. Queremos que sean en todo obra nuestra, como si se tratase, no de seres humanos, sino de obras del espíritu. Pero si nosotros mismos tenemos una vocación, si no hemos renegado de ella ni la hemos traicionado, entonces podemos dejarlos germinar tranquilamente fuera de nosotros, rodeados de la sombra y el espacio que requiere el brote de una vocación, el brote de un ser. Esta es, quizá, la única posibilidad que tenemos de resultarles de alguna ayuda en la búsqueda de una vocación, tener nosotros mismos una vocación, conocerla, amarla y servirla con pasión, porque el amor a la vida genera amor a la vida.


Natalia Ginzburg.