30 julio, 2009

Escuchado al pasar...

...caminando por Lavalle, en la esquina de Lavalle y Carlos Pellegrini más precisamente, me crucé con un repartidor de volantes vestido con esmerado uniforme de chef, que decía:

"Tenemos cantante de tangos para la cena."

Gracias, pero soy vegetariano... pensé yo.
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28 julio, 2009

La nueva morada de Yac.

Yac se queda en casa, con nosotros:
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Ahora se porta mejor!
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Ahora se porta mejor!

Para que se entienda, ver post anterior, clic aquí.
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27 julio, 2009

Desórdenes del sueño y un despertar feliz.


Sofía divertida.
El domingo se complicó la siesta, por alguna razón Sofía no quiso o no pudo dormir, pese a que la madre intentó, no hubo caso. Aproveché la circunstancia y fui de visita a lo de mi vieja con la nena. Sofía visitaba a la abuela y yo almorzaba, tarde o tardísimo, ya que había estado esperando a mi hermano para hacerlo juntos y finalmente me plantó. Comimos. Sofía almorzó por segunda vez, no le dijo no a los ravioles de ricota (una de sus comidas preferidas) y aceptó de muy buena gana un Shimmy de dulce de leche. Empezó a cabecear y decreté siesta. Nos acostamos en la habitación que fuera mi habitación de la infancia. Ella arriba mío, acurrucada en mi pecho. Un excelente momento para hacer mimos con mi hijita. Le dije a mi vieja que me llamara a la hora. A las dos (!?) horas abrió la puerta para que "llegue el calor de la estufa". Yo aproveché para levantarme y despertar a Sofía. Volvimos a casa. A partir de ahí todo fue un derroche de energía fenomenal. Siempre divertida, jugó con la mamá, con los gatos, conmigo, sola. También hizo algún lío y en algún momento no supimos qué más hacer para contenerla. En la mitad de la noche se despertó, yo estaba levantado todavía y a partir de ese momento la madre y yo empezamos a lidiar con su sueño y con el nuestro. Se quedó dormida en su habitación con la puerta cerrada, previo llanto. Al rato, cuando creímos que estaba dormida, y que todos íbamos a dormir, le abrimos la puerta... oh sorpresa! estaba esperando del otro lado. Aparentemente se hizo la dormida, o dormitó sentada a escasos centímetros de la puerta. Después, incluso en nuestra cama, costó mucho que se volviera a dormir, con la madre no hubo caso, Sofía no paraba de moverse. Intenté yo y se quedó dormida, finalmente, pero a costa de que yo me desvelara. Así, desvelado, logré dormir recién una hora antes de tener que levantarme y cuando ya estábamos solos con Sofía (mi jermu entra antes que yo a trabajar). Sonó el despertador y lo apagué. Sofía, en cambio, se despertó y se levantó. Yo seguí durmiendo como un tronco una hora más... Vaya a saber qué hizo ella durante esa hora. No es que me sienta cómodo a ese respecto, ni que me resbale el hecho de que mi hija deambule por la casa sin que yo pueda supervisarla. Sino que me divierte pensar que fue capaz de hacerlo, de ponerse a jugar pese a que el padre no se despierte y que aproveche la ocación. Cuando me desperté la vi en el pasillo, caminaba hacia el comedor. Le grité: "Hola!". Y ella se largó a reir y a correr hacia la cama. Trepó agarrándose de las cobijas y gateó con energía hasta mí. Yo la abracé y le di un beso. Ella encantada. Después me ayudó a que la cambiara y preparara para ir al jardín, todo lo que puede un bebé de un año y medio. Cuando la dejé ante la portera, ella se fue hacia adentro caminando sola y me saludaba con la mano, mirando hacia atrás, mirandome a los ojos.
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